Bitacora de vuelo, bitacora de vida.

Te recordamos que en este sitio no presentamos novedades, aquí se busca la trascendencia. Por lo que te invitamos a revisar cada una de nuestras entradas, las cuales no solo han marcado un momento histórico para quienes las concibieron sino que nos ayudan a vislumbrar lejanos horizontes. Bienvenido.

lunes, 16 de febrero de 2015

Un amor de Paz (Horizonte)

Bona llegó a Nueva Delhi al terminar enero de 1963. En las semanas previas, las cartas de Paz hierven con una pasión similar a las de 1958, cuando preparaban su vida conyugal en París. El dolor de la decepción parece de hecho inflamarlas aún más. Esta visita, escribe Paz, decidirá “si cobraré cuerpo o me disolveré”.
No deja de recapacitar sobre la parte que le toca del desencuentro. Juzga que “pequé contra el amor”; que lo descuidó “por el mezquino juego de la literatura y la política” y, peor aún, siente que “me dejé llevar por la vanidad del que ya obtuvo lo que deseaba”. Ella prefiere esquivar los actos de contrición y propone que sean sus cuerpos los que se encarguen de purificarlos. Paz cierra los ojos y, cuando los abre, ya está de nuevo en los ojos de su amante.
Planea cuidadosamente la visita: pasarán febrero en Nueva Delhi, irán luego a Colombo para que presente credenciales. Ha ahorrado vacaciones para viajar a Angkor en Cambodia, irán de Bombay, en el oeste, a Puri, en el este, a los templos eróticos, a Nepal y a Cachemira... Él llevará un diario y ella podría ilustrarlo. Esos viajes llenan el itinerario de Ladera este y nutren la escritura en prosa sobre la India.
Luego de cuatro meses, Paz la despide en Kabul. De regreso, cruza el desierto sin idea fija, llega a Herat y realiza una “cura de silencio”. Mira obsesivamente los mismos rostros que se desmoronan y sin embargo experimenta un éxtasis de dicha ante los cielos y los árboles afganos.
Al llegar a su hotel en Delhi escribe la primera versión de “El balcón”, primer poema de Ladera esteBona / Dos sílabas altas / rodeadas de arena e insomnio. Se lo envía con un mensaje que lo apena: “¡tu imagen y tu persona se han vuelto inseparables de mí!” La visita no ha borrado la amargura. Si ella no se conoce a sí misma, ¿cómo podría conocer a otro? Solo puede actuar: “eres una persona que tú creaste para mi placer y, luego, para mi desengaño” y le reclama nunca haber hecho “un acto de contrición”. Escribe: te faltó cortesía (en el viejo sentido amatorio: “aristocracia del corazón”, dice La llama doble); fuiste incapaz de compasión. Para ayudarse a olvidar sin olvidarescribe poemas, como “Solo a dos voces”, y ensayos para ayudarse a entender, como “El camino de la pasión”...
Y sin embargo, cuando en octubre la embajada se muda a la casa del jardín, invita a Bona a inaugurarla: “¿Volveremos a vernos, a vivir juntos hasta la muerte?” Relacionar a Eros con Tanatos es cada vez más frecuente: tengo hambre de vida y también de morir, escribe. Soñaba con la suerte de Filemón y Baucis, los amantes que trascienden la muerte convertidos en árboles. Pero Bona no fue el filodendro, el árbol del amor, sino su nombre científico: monstera deliciosa, “planta parásita anudada a mi alma” (dice la versión íntima de “Perpetua encarnada”). Bona no fue Baucis, sino la Cintia de Propercio, tanto así que Paz busca en Delhi un orfebre para encargarle un anillo en forma de salamandra. La mejor síntesis de su tribulación encuentra su modelo en la pasión de Swann por Odette:
Ella lo fascina porque es inaccesible, no su cuerpo, su conciencia... Es infiel y miente sin cesar, pero si fuera sincera y fiel también sería inaccesible... ¿Odette existe realmente o es una ficción de su amante? Sí, es una presencia, un rostro, un cuerpo, un olor y un pasado que nunca serán suyos. La presencia es real e impenetrable: ¿qué hay detrás de esos ojos, esa boca, esos senos? Swann nunca lo sabrá. Tal vez ni la misma Odette lo sabe; no solo miente a su amante: se miente a ella misma.
Contra esa mentira nada se puede: la ama, pero “si volviese a ti terminaría por odiarte”. Bona quiere volver a la India, pero esta vez Paz resiste. En abril de 1964 tenía que recoger un premio en Bélgica y luego estaría en París: “en Europa decidiremos de una buena vez, frente a frente”. Al llegar a París en mayo, supo que Bona se iba a Venecia con Pieyre de Mandiargues. Y una mañana –“azar, destino, afinidades electivas”– se cruzó en la calle con Marie-José Tramini, a quien había conocido en Delhi años atrás y cuyo rastro había perdido. Era el 21 de junio, primer día del verano: la tomé de la mano... y volvimos al día del comienzo / el presente es perpetuo: en agosto anunciaron que se casarían y se fueron a Delhi.
En noviembre de 1965, Bona se fue a Juchitán con Francisco Toledo y un mes más tarde logró escaparse y volver a París. Al desempacar su vestido de tehuana vio las manchas de sangre y se puso a escribir La Cafarde (1967): “la violencia y ferocidad” de su amante culminaron un día aciago en el que “luego de cubrirme de insultos y golpes, cogió un cuchillo y se lanzó contra mí”...
Marie-José y Paz se casaron en enero de 1966.
Bona y Pieyre de Mandiargues volvieron a casarse en París y, en julio de 1967, tuvieron a su hija, Sibylle André Bona.
Paz terminó de escribir La llama doble en 1993: el amor, concluye, “es la suprema ventura y la desdicha suprema”. ~

viernes, 13 de febrero de 2015

El deshielo en Sarajevo

El deshielo suele ser más frío que una nevada, sale un sol que necesitas lentes oscuros, pero no calienta absolutamente nada.

la nieve comienza a derretirse y todas las casas escurren, todo el día están escurriendo y caen pedazos de hielo de los techos.


ya no hay más nieve, es puro hielo. Un frío que cala, un frío seco; justo al medio día la ciudad entera se convierte en un congelador.



G.V

miércoles, 14 de enero de 2015

Un amor de Paz (caída)

En “Estrella interior”, Paz describe el dibujo que le dio Bona para la portada de La estación violenta (Astros o peces brillan entre sus piernas / la sombra de los pájaros apenas oscurece su sexo); pero en el mismo poema la miró como un arma dormida y temible. Es la misma incertidumbre detrás del empleo de Arthémis como epígrafe de Piedra de sol¿eres el solo amante?
El amor no solo es ciego: enceguece. Los amantes “no piensan en la muerte o en la vida, en Dios o el diablo... Les basta con estar frente a frente y mirarse”, dice el Mensajero en La hija de Rappaccini (1956). Bona y Paz se instalan en París; ella pinta y teje sus cuadros, él trabaja en la embajada y escribe febrilmente. En vacaciones viajan a Córcega, Venecia, Sicilia, Ustica, o por trabajo a Nueva York: siempre llegan. Paz siente culpa ante André Pieyre de Mandiargues (PdeM), tan rey Artús. Admira su prudencia, pero siente que “es como Rappaccini”, que mezcla flores y ponzoñas en un raro jardín.
Estupefacto ante su dicha escribe que “se abre de par en par la vida”, o que “mi vida fluye parecida a la vida”. El renacer augurado por Piedra de sol se cumple: “eres la única mujer de la que realmente me he enamorado [...] me haz hecho salir de la pesadilla en que he vivido durante años”. El recorrido por esos días febriles se relata enSalamandra (1962), segundo acto de Piedra de sol: si Bonaes el sol que se levanta / yo soy el camino de sangre. Un sol despiadado: su cabellera es la tormenta, su vientre la respiración del mar, sus pechos las frutas del día y su belleza como el motín de los pobres. El géiser de imágenes y analogías solo cesa ante su vulva indecible: estrella negradonde se tocan los cuatro puntos cardinales.
Y bueno... Il n’y a pas d’amour heureux. Bona había conocido al joven pintor Francisco Toledo al comenzar 1961, lo presenta con artistas, lo promueve en galerías, le diseña la imagen, le pide a Paz que interceda para conseguirle hospedaje en la Casa de México. Y en abril de 1962, cuando Paz ya organiza su traslado con Bona a la India, ella le dice que no irá, que es amante de Toledo y se va con él a Mallorca. El golpe, escribe Paz, fue mortal.
En mayo, PdeM le escribe a Jean Paulhan: “sabrá usted ya quizás que Bona a changé de Mexicain. Ha dejado a Octavio con una prontitud que hasta a mí me ha sorprendido”. En junio, Paz debe ir a México para planear la apertura de la embajada en Nueva Delhi: lo asquea saberse en la boca de todos. Mientras, Bona regresa de Mallorca en catastrophe, averiada, y se refugia con PdeM. Le escribe a Paz, le pide perdón y le dice que todo fue una locura. Paz responde que “estoy vivo y muerto. Más allá solo está la muerte, o el muerto que yo soy desde abril”, escribe, “me asesinaron antes, me asesinaron unos muertos. La Diosa es ahora “el cuchillo del sacrificador”. ¿Habrá recordado Paz la etimología de Artemisa, artamein, la que trae la muerte? De nuevo, como ante Helena, se repite la paradoja de Antón de Montoro, “allí do piensa bevir / faze a mi solo morir”, y la glosa en México:
Come mis restos, sol del altiplano:
Yo estaba vivo y fui a buscar la muerte.
Bona logra que Paz piense en la reconciliación (que se explica luego en El mono gramático, 16). Por fin acepta verla en ruta a Nueva Delhi y convienen encontrarse en Estambul el 14 de agosto. Un día antes, PdeM le escribe a Paulhan que l’Indio de Bona vino a buscarlo, très nerveux: “Le aconsejé que se tatúe para verse bien y tener de qué hablar con el juez, si es que lo juzgan un día.” El 20 de agosto, luego de ocho días en Estambul, Bona viaja a Venecia y Paz a la India, en automóvil.
En Nueva Delhi el protocolo obliga al muerto a sonreír. A pesar de haber firmado “el Pacto de Estambul” –amistad y paciencia–, le escribe a Bona que “solo por un esfuerzo de la voluntad puedo seguir viviendo”. El mantra ahora es el de Catulo, odi et amo, y así lo reflejan las cartas: “te quiero cada día más”, comienzan; “tienes el alma podrida”, acaban. A fines de octubre, PdeM le dice a Paulhan que Bona se prepara “para una última bronca con Toledo”.
En diciembre Paz recibe ejemplares de Salamandra y lo lee entre el llanto pues “lo escribí a tu lado, por ti y para ti”. Reúne fuerzas para escribir de nuevo e inicia los poemas deLadera este; trabaja y hace yoga “con desesperación metódica” para agotarse y derrotar al insomnio. Bona le escribe que vive escondida por miedo a Toledo, y que “mi cama se calienta con tu recuerdo”. Paz le sugiere que se refugie en la India...
Y Bona acepta, y Paz se alegra, y a la vez teme: “Pasan los días, pasan las horas, tú no pasas: eres mi idea fija... A veces surtidor de alegría, gran oleada cálida de mi vida; otras, enigma que nunca descifraré y que estoy condenado a contemplar hasta el día de mi muerte.” Es el fin de año: meses antes, si extendía la mano cortaba racimos de verdades intactas; si lo hace ahora toca un cuerpo fofo el aire / un ser promiscuo sin cara. Odia y ama: ¿cuál de las dos Bonas llegará a la India, la Grácil Parvati o su reverso, la Terrible Durga?


Guillermo Sheridan 

jueves, 8 de enero de 2015

sábado, 3 de enero de 2015

Un amor de Paz

Todo lo que yo escribo es biográfico.
Mi poesía es mi otra vida.
O. Paz
Al Octavio Paz que teorizaba sobre el amor le intrigaba especialmente el segundo Idilio de Teócrito. “La hechicera” Simetha, inflamada de cólera y deseo por una pasión desventurada, celebra un ardiente conjuro para someter a su amante. “Amamos aquello que no estimamos y deseamos estar para siempre con una persona que nos hace infelices”, reflexiona Paz sobre ese Idilio: “En el amor aparece el mal: es una seducción malsana que nos atrae y nos vence.”
Un buen tramo de la poesía de Paz –de Semillas para un himno Ladera este– y no poca prosa –de ciertos ensayos literarios a La llama doble (que inicia en 1963)– están escritos bajo un hechizo similar y que también lo llevó del alto éxtasis a –como presagia Simetha– las “puertas del infierno”.
Paz conoció a Bona Tibertelli de Pisis (1926-2000) en 1948, en el círculo final del surrealismo parisino, recién llegada de Venecia y ya de la mano del escritor André Pieyre de Mandiargues (PdeM). Era vital y creativa y sumamente hermosa. La admiraba Breton, la retrataba Man Ray, la quería Ungaretti que, ante sus collages tejidos de conchas, algas y mandrágoras, evocó a las Parcas “guardianas de la vida y obreras de la muerte”. En el apogeo de su pasión, Paz también miraría en ella a una Diosa cruel: su arte corta la realidad en dos mitades como un pecho tajado con el cuchillo de Artemisa y luego se inclina sobre esas entrañas y las interroga.
Bona y Paz se desentrañaron e interrogaron durante una década. En 1951, PdeM le escribe a Jean Paulhan que Pazc’est un grand poète y hombre d’une bonté énorme; Paz lo divierte, y a su esposa, narrando sus afanes taurinos. Antes de viajar a Nueva Delhi por primera vez, en 1951, Paz mira en el vientre de Bona las alas del águila y la viste de Huasteca. En 1953 PdeM y su hermano Alain visitan como cada año a su madre, que vive en Ginebra, y Paz los recibe, y más a Bona: La vi una tarde y una mañana y un mediodía y otra tarde y otra y otra. Una de esas tardes, interrogaron al I Ching, que pronosticó duración pero advirtió que había riesgos; los dos seres desnudos y abrazados los asumieron como Abelardo y Heloísa. Había convenio de infidelidad consentida entre ellos y sus cónyuges, pero aun así pensaron fugarse juntos. Los detuvo el amor que le tenían a PdeM, Rappaccini que observaba en silencio sus amores (traducirá después la pieza, hermosamente). La amistad y las colaboraciones continúan: Paz promoverá siempre la obra de PdeM en español y él la de Paz en francés. Promueve el arte de Bona en galerías de México y Buenos Aires y ella ilustra en 1957 Aigle ou soleil? mientras él la describe en Piedra de sol:
...toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido...
Si en Raíz del hombre (1937) Helena estaba muerta bajo el gran árbol de mi sangre, ahora Paz se revive bajo el chopo de agua de su amante...
En 1958, Bona y PdeM llegan a México para viajar y para que ella inaugure una exposición. Paz los acompaña en algunos paseos o viaja solo con ella. Una noche febril en Tecolutla –yedra del gemidorugidos de leona– deciden vivir juntos. Antes de volver a París, ella le regala el dibujo de una flor-vulva pisciforme que él pone en la portada de La estación violenta. A fines del mismo año, Paz va unos días a París, cuyo rostro ya es el rostro de mi amor: la Mujer Presenciaque muestra y oculta la vida. ¿Y si la oculta como Melusina oculta a la sirena? No importa: ella es la salamandra de supurificación.
Antes de volver a México, le preguntó si estaba decidida a todo y dijo que sí, la Dama. Paz tramitó su veloz divorcio y se atareó en lograr un nombramiento en París. Ante la renuencia de sus superiores, se lo suplicó al presidente López Mateos. Por fin, en junio de 1959, se abrazó con Bona en la estación de Los Inválidos. Un mes después, ella pidió el divorcio a PdeM, que se lo concedió con tristeza pero con gallardía. En octubre de 1960 Paz anuncia a sus amigos que “Bona será en breve mi mujer”.
La pasión es ferozmente amorosa, erótica y sexual: Bona es Venus, Artemisa y Hécate a la vez. Por experiencia, Paz sabe que la Diosa tiene tres aspectos y lo confirma leyendo esos años a Teócrito, a Lucrecio y a Catulo (y a Erich Neumann). En la Bona Dea romana se esconde la Coatlicue mexicana y, en un instante, Párvati se convierte en Durga: toda Diosa es al mismo tiempo cuerpo del mundo, casa de la muerte. Bona se inflama de atributos en los poemas: el relámpago quieto, el ágata y el ámbar, el volcán y la gruta, la granada abierta, el águila y la mariposa, la vasija y el abanico. Y también es la que le abre el pecho al hombre... ~


Guillermo Sheridan 

lunes, 22 de diciembre de 2014

martes, 25 de noviembre de 2014

Hoy desperté recordando a Bergman

Existe una vieja historia sobre la catedral de Chartres que fue fulminada por un rayo y quedó arrasada. Entonces miles de personas llegaron desde los cuatro puntos cardinales, como una gigantesca procesión de hormigas, y juntas empezaron a reconstruir la catedral sobre el viejo solar. Trabajaron hasta que el edificio estuvo terminado: maestros de obra, artistas, obreros, buhoneros, nobles, sacerdotes, ciudadanos. Pero todos permanecieron en el anonimato y hasta el día de hoy nadie sabe quiénes construyeron la catedral de Chartres. Haciendo caso omiso de mis propias creencias y dudas, que carecen de importancia en este sentido, opino que el arte perdió su impulso creador básico en el instante en que fue separado del culto religioso. Se cortó el cordón umbilical y ahora vive su propia vida estéril, procreando y prostituyéndose. En tiempos pasados el artista permanecía en la sombra, desconocido, y su obra era para gloria de Dios. Vivía y moría sin ser más o menos importante que otros artesanos; «valores eternos», «inmortalidad» y «obra maestra» eran términos inaplicables en su caso. La habilidad para crear era un don. En un mundo semejante florecían la seguridad invulnerable y la humildad natural. Hoy el individuo se ha convertido en la forma más alta y en el veneno más grande de la creación artística. La más leve herida, o el dolor ocasionados al yo, son examinados bajo el microscopio como si fuera cosa de importancia eterna. El artista considera su aislamiento, su subjetividad, su individualismo como si fueran casi sagrados. Y así finalmente nos reunimos en un corral grande donde nos quedamos balando sobre nuestra soledad sin escucharnos los unos a los otros y sin advertir que nos estamos asfixiando unos a otros hasta matarnos. Los individualistas se miran fijamente a los ojos y sin embargo niegan la existencia unos de otros. Andamos en círculos tan limitados por nuestras propias ansiedades que no podemos ya distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre el capricho del gángster y el ideal más puro. I. Bergman

sábado, 9 de agosto de 2014

jueves, 3 de julio de 2014

domingo, 6 de abril de 2014

Tankas

Alto en la cumbre todo el jardín es luna, 
luna de oro. Más precioso es el roce de
tu boca en la sombra.

La voz del ave que en la penumbra 
esconde ha enmudecido. 
Andas por tu jardín. 
Algo, lo sé, te falta.

La ajena copa, la espada que fue espada en otra mano, la luna de la calle, ¿dime, acaso no bastan?

Bajo la luna el tigre de oro y sombra, mira sus garras. 
No sabe que en el alba
han destrozado a un hombre.

Triste la lluvia que sobre el mármol cae, triste ser tierra. Triste no ser los días del hombre, el sueño, el alba.

No haber caído, como otros de mi sangre,
en la batalla. Ser en la vana noche 
el que cuenta las sílabas.


J.L Borges

lunes, 10 de marzo de 2014

viernes, 21 de febrero de 2014

¿Rodar o no rodar? Esa no es la cuestión para Bela Tarr

http://www.400films.com/blog/2014/02/la-escuela-de-autor-de-bela-tarr