Todo lo que yo escribo es biográfico.
Mi poesía es mi otra vida.
O. Paz
Al Octavio Paz que teorizaba sobre el amor le intrigaba especialmente el segundo Idilio de Teócrito. “La hechicera” Simetha, inflamada de cólera y deseo por una pasión desventurada, celebra un ardiente conjuro para someter a su amante. “Amamos aquello que no estimamos y deseamos estar para siempre con una persona que nos hace infelices”, reflexiona Paz sobre ese Idilio: “En el amor aparece el mal: es una seducción malsana que nos atrae y nos vence.”
Un buen tramo de la poesía de Paz –de Semillas para un himno a Ladera este– y no poca prosa –de ciertos ensayos literarios a La llama doble (que inicia en 1963)– están escritos bajo un hechizo similar y que también lo llevó del alto éxtasis a –como presagia Simetha– las “puertas del infierno”.
Paz conoció a Bona Tibertelli de Pisis (1926-2000) en 1948, en el círculo final del surrealismo parisino, recién llegada de Venecia y ya de la mano del escritor André Pieyre de Mandiargues (PdeM). Era vital y creativa y sumamente hermosa. La admiraba Breton, la retrataba Man Ray, la quería Ungaretti que, ante sus collages tejidos de conchas, algas y mandrágoras, evocó a las Parcas “guardianas de la vida y obreras de la muerte”. En el apogeo de su pasión, Paz también miraría en ella a una Diosa cruel: su arte corta la realidad en dos mitades como un pecho tajado con el cuchillo de Artemisa y luego se inclina sobre esas entrañas y las interroga.
Bona y Paz se desentrañaron e interrogaron durante una década. En 1951, PdeM le escribe a Jean Paulhan que Pazc’est un grand poète y hombre d’une bonté énorme; Paz lo divierte, y a su esposa, narrando sus afanes taurinos. Antes de viajar a Nueva Delhi por primera vez, en 1951, Paz mira en el vientre de Bona las alas del águila y la viste de Huasteca. En 1953 PdeM y su hermano Alain visitan como cada año a su madre, que vive en Ginebra, y Paz los recibe, y más a Bona: La vi una tarde y una mañana y un mediodía y otra tarde y otra y otra. Una de esas tardes, interrogaron al I Ching, que pronosticó duración pero advirtió que había riesgos; los dos seres desnudos y abrazados los asumieron como Abelardo y Heloísa. Había convenio de infidelidad consentida entre ellos y sus cónyuges, pero aun así pensaron fugarse juntos. Los detuvo el amor que le tenían a PdeM, Rappaccini que observaba en silencio sus amores (traducirá después la pieza, hermosamente). La amistad y las colaboraciones continúan: Paz promoverá siempre la obra de PdeM en español y él la de Paz en francés. Promueve el arte de Bona en galerías de México y Buenos Aires y ella ilustra en 1957 Aigle ou soleil? mientras él la describe en Piedra de sol:
...toda la noche llueves, todo el díaabres mi pecho con tus dedos de agua,cierras mis ojos con tu boca de agua,sobre mis huesos llueves, en mi pechohunde raíces de agua un árbol líquido...
Si en Raíz del hombre (1937) Helena estaba muerta bajo el gran árbol de mi sangre, ahora Paz se revive bajo el chopo de agua de su amante...
En 1958, Bona y PdeM llegan a México para viajar y para que ella inaugure una exposición. Paz los acompaña en algunos paseos o viaja solo con ella. Una noche febril en Tecolutla –yedra del gemido, rugidos de leona– deciden vivir juntos. Antes de volver a París, ella le regala el dibujo de una flor-vulva pisciforme que él pone en la portada de La estación violenta. A fines del mismo año, Paz va unos días a París, cuyo rostro ya es el rostro de mi amor: la Mujer Presenciaque muestra y oculta la vida. ¿Y si la oculta como Melusina oculta a la sirena? No importa: ella es la salamandra de supurificación.
Antes de volver a México, le preguntó si estaba decidida a todo y dijo que sí, la Dama. Paz tramitó su veloz divorcio y se atareó en lograr un nombramiento en París. Ante la renuencia de sus superiores, se lo suplicó al presidente López Mateos. Por fin, en junio de 1959, se abrazó con Bona en la estación de Los Inválidos. Un mes después, ella pidió el divorcio a PdeM, que se lo concedió con tristeza pero con gallardía. En octubre de 1960 Paz anuncia a sus amigos que “Bona será en breve mi mujer”.
La pasión es ferozmente amorosa, erótica y sexual: Bona es Venus, Artemisa y Hécate a la vez. Por experiencia, Paz sabe que la Diosa tiene tres aspectos y lo confirma leyendo esos años a Teócrito, a Lucrecio y a Catulo (y a Erich Neumann). En la Bona Dea romana se esconde la Coatlicue mexicana y, en un instante, Párvati se convierte en Durga: toda Diosa es al mismo tiempo cuerpo del mundo, casa de la muerte. Bona se inflama de atributos en los poemas: el relámpago quieto, el ágata y el ámbar, el volcán y la gruta, la granada abierta, el águila y la mariposa, la vasija y el abanico. Y también es la que le abre el pecho al hombre... ~
Guillermo Sheridan
Guillermo Sheridan
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