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lunes, 31 de mayo de 2010

“Por amor o por deseo”, la poesía de los contrastes.



Con un estilo pausado y muy puntual en la expresividad que contienen sus imágenes, este director sudcoreano ha demostrado una eficiencia notable para contar una historia; y es que en las películas de Kim Ki Duk a pesar de ser presentar numerosos y sencillos detalles, nada es gratuito.

En “Por amor o por deseo”, el director nos presenta un relato de iniciación tomando como hilo conductor el tema de la muerte y presentando de esta manera las repercusiones, en cuanto a incomunicación se refiere, que esta tiene.

Se nos narra así, la historia de una adolescente huérfana de madre que sortea la confusión propia de la adolescencia con una amiga, quien se dedica a la prostitución y a quien le guarda un cariño y preocupación especial. Es mediante un accidente que provoca la muerte de su amiga, que el público será testigo de la muerte de la inocencia de la protagonista (Yeo-Jin), quien por una idea de perpetuar y hacer justicia a la vida e ideales de su fallecida amiga, toma el camino de la prostitución con el afán de devolver el dinero que los clientes habían pagado a su compañera.

La pérdida de la inocencia de Yeo-Jin es también el derrumbamiento de su padre, quien al descubrir el oficio de su hija, en secreto reacciona violentamente contra los clientes de su hija mostrando así su desprecio contra la sociedad que alberga a pederastas incluso en los círculos familiares. Esta reacción lo llevará hasta las últimas consecuencias y a tener que dejar por completo a su hija, no sin antes darle una última lección de vida, quizá la más importante.

Para resolver la película el director nos lleva de la ciudad de Seúl, a escenarios campiranos y llenos de inspiración que propician los paisajes asiáticos. Kim Ki Duk pretende transportar a los personajes y al público al origen de las cosas con una reunión familiar en la tumba de la madre que se encuentra en lo alto de una montaña, es en medio de esta idea primigenia que los personajes encuentran la redención y se les muestra el destino que han de tener.

La poética de Kim Ki Duk es la que permite que una banda sonora casi angelical describa contrastantemente secuencias de profunda melancolía y violencia. Es en la visión de este director en la que un hermoso paisaje se mancha de sangre al ser el escenario de una implacable violencia, siendo así coherente con la idea de que lo hermoso siempre tiene caducidad.

Gustavo Vega

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