Bitacora de vuelo, bitacora de vida.

Te recordamos que en este sitio no presentamos novedades, aquí se busca la trascendencia. Por lo que te invitamos a revisar cada una de nuestras entradas, las cuales no solo han marcado un momento histórico para quienes las concibieron sino que nos ayudan a vislumbrar lejanos horizontes. Bienvenido.

miércoles, 14 de enero de 2015

Un amor de Paz (caída)

En “Estrella interior”, Paz describe el dibujo que le dio Bona para la portada de La estación violenta (Astros o peces brillan entre sus piernas / la sombra de los pájaros apenas oscurece su sexo); pero en el mismo poema la miró como un arma dormida y temible. Es la misma incertidumbre detrás del empleo de Arthémis como epígrafe de Piedra de sol¿eres el solo amante?
El amor no solo es ciego: enceguece. Los amantes “no piensan en la muerte o en la vida, en Dios o el diablo... Les basta con estar frente a frente y mirarse”, dice el Mensajero en La hija de Rappaccini (1956). Bona y Paz se instalan en París; ella pinta y teje sus cuadros, él trabaja en la embajada y escribe febrilmente. En vacaciones viajan a Córcega, Venecia, Sicilia, Ustica, o por trabajo a Nueva York: siempre llegan. Paz siente culpa ante André Pieyre de Mandiargues (PdeM), tan rey Artús. Admira su prudencia, pero siente que “es como Rappaccini”, que mezcla flores y ponzoñas en un raro jardín.
Estupefacto ante su dicha escribe que “se abre de par en par la vida”, o que “mi vida fluye parecida a la vida”. El renacer augurado por Piedra de sol se cumple: “eres la única mujer de la que realmente me he enamorado [...] me haz hecho salir de la pesadilla en que he vivido durante años”. El recorrido por esos días febriles se relata enSalamandra (1962), segundo acto de Piedra de sol: si Bonaes el sol que se levanta / yo soy el camino de sangre. Un sol despiadado: su cabellera es la tormenta, su vientre la respiración del mar, sus pechos las frutas del día y su belleza como el motín de los pobres. El géiser de imágenes y analogías solo cesa ante su vulva indecible: estrella negradonde se tocan los cuatro puntos cardinales.
Y bueno... Il n’y a pas d’amour heureux. Bona había conocido al joven pintor Francisco Toledo al comenzar 1961, lo presenta con artistas, lo promueve en galerías, le diseña la imagen, le pide a Paz que interceda para conseguirle hospedaje en la Casa de México. Y en abril de 1962, cuando Paz ya organiza su traslado con Bona a la India, ella le dice que no irá, que es amante de Toledo y se va con él a Mallorca. El golpe, escribe Paz, fue mortal.
En mayo, PdeM le escribe a Jean Paulhan: “sabrá usted ya quizás que Bona a changé de Mexicain. Ha dejado a Octavio con una prontitud que hasta a mí me ha sorprendido”. En junio, Paz debe ir a México para planear la apertura de la embajada en Nueva Delhi: lo asquea saberse en la boca de todos. Mientras, Bona regresa de Mallorca en catastrophe, averiada, y se refugia con PdeM. Le escribe a Paz, le pide perdón y le dice que todo fue una locura. Paz responde que “estoy vivo y muerto. Más allá solo está la muerte, o el muerto que yo soy desde abril”, escribe, “me asesinaron antes, me asesinaron unos muertos. La Diosa es ahora “el cuchillo del sacrificador”. ¿Habrá recordado Paz la etimología de Artemisa, artamein, la que trae la muerte? De nuevo, como ante Helena, se repite la paradoja de Antón de Montoro, “allí do piensa bevir / faze a mi solo morir”, y la glosa en México:
Come mis restos, sol del altiplano:
Yo estaba vivo y fui a buscar la muerte.
Bona logra que Paz piense en la reconciliación (que se explica luego en El mono gramático, 16). Por fin acepta verla en ruta a Nueva Delhi y convienen encontrarse en Estambul el 14 de agosto. Un día antes, PdeM le escribe a Paulhan que l’Indio de Bona vino a buscarlo, très nerveux: “Le aconsejé que se tatúe para verse bien y tener de qué hablar con el juez, si es que lo juzgan un día.” El 20 de agosto, luego de ocho días en Estambul, Bona viaja a Venecia y Paz a la India, en automóvil.
En Nueva Delhi el protocolo obliga al muerto a sonreír. A pesar de haber firmado “el Pacto de Estambul” –amistad y paciencia–, le escribe a Bona que “solo por un esfuerzo de la voluntad puedo seguir viviendo”. El mantra ahora es el de Catulo, odi et amo, y así lo reflejan las cartas: “te quiero cada día más”, comienzan; “tienes el alma podrida”, acaban. A fines de octubre, PdeM le dice a Paulhan que Bona se prepara “para una última bronca con Toledo”.
En diciembre Paz recibe ejemplares de Salamandra y lo lee entre el llanto pues “lo escribí a tu lado, por ti y para ti”. Reúne fuerzas para escribir de nuevo e inicia los poemas deLadera este; trabaja y hace yoga “con desesperación metódica” para agotarse y derrotar al insomnio. Bona le escribe que vive escondida por miedo a Toledo, y que “mi cama se calienta con tu recuerdo”. Paz le sugiere que se refugie en la India...
Y Bona acepta, y Paz se alegra, y a la vez teme: “Pasan los días, pasan las horas, tú no pasas: eres mi idea fija... A veces surtidor de alegría, gran oleada cálida de mi vida; otras, enigma que nunca descifraré y que estoy condenado a contemplar hasta el día de mi muerte.” Es el fin de año: meses antes, si extendía la mano cortaba racimos de verdades intactas; si lo hace ahora toca un cuerpo fofo el aire / un ser promiscuo sin cara. Odia y ama: ¿cuál de las dos Bonas llegará a la India, la Grácil Parvati o su reverso, la Terrible Durga?


Guillermo Sheridan 

jueves, 8 de enero de 2015

sábado, 3 de enero de 2015

Un amor de Paz

Todo lo que yo escribo es biográfico.
Mi poesía es mi otra vida.
O. Paz
Al Octavio Paz que teorizaba sobre el amor le intrigaba especialmente el segundo Idilio de Teócrito. “La hechicera” Simetha, inflamada de cólera y deseo por una pasión desventurada, celebra un ardiente conjuro para someter a su amante. “Amamos aquello que no estimamos y deseamos estar para siempre con una persona que nos hace infelices”, reflexiona Paz sobre ese Idilio: “En el amor aparece el mal: es una seducción malsana que nos atrae y nos vence.”
Un buen tramo de la poesía de Paz –de Semillas para un himno Ladera este– y no poca prosa –de ciertos ensayos literarios a La llama doble (que inicia en 1963)– están escritos bajo un hechizo similar y que también lo llevó del alto éxtasis a –como presagia Simetha– las “puertas del infierno”.
Paz conoció a Bona Tibertelli de Pisis (1926-2000) en 1948, en el círculo final del surrealismo parisino, recién llegada de Venecia y ya de la mano del escritor André Pieyre de Mandiargues (PdeM). Era vital y creativa y sumamente hermosa. La admiraba Breton, la retrataba Man Ray, la quería Ungaretti que, ante sus collages tejidos de conchas, algas y mandrágoras, evocó a las Parcas “guardianas de la vida y obreras de la muerte”. En el apogeo de su pasión, Paz también miraría en ella a una Diosa cruel: su arte corta la realidad en dos mitades como un pecho tajado con el cuchillo de Artemisa y luego se inclina sobre esas entrañas y las interroga.
Bona y Paz se desentrañaron e interrogaron durante una década. En 1951, PdeM le escribe a Jean Paulhan que Pazc’est un grand poète y hombre d’une bonté énorme; Paz lo divierte, y a su esposa, narrando sus afanes taurinos. Antes de viajar a Nueva Delhi por primera vez, en 1951, Paz mira en el vientre de Bona las alas del águila y la viste de Huasteca. En 1953 PdeM y su hermano Alain visitan como cada año a su madre, que vive en Ginebra, y Paz los recibe, y más a Bona: La vi una tarde y una mañana y un mediodía y otra tarde y otra y otra. Una de esas tardes, interrogaron al I Ching, que pronosticó duración pero advirtió que había riesgos; los dos seres desnudos y abrazados los asumieron como Abelardo y Heloísa. Había convenio de infidelidad consentida entre ellos y sus cónyuges, pero aun así pensaron fugarse juntos. Los detuvo el amor que le tenían a PdeM, Rappaccini que observaba en silencio sus amores (traducirá después la pieza, hermosamente). La amistad y las colaboraciones continúan: Paz promoverá siempre la obra de PdeM en español y él la de Paz en francés. Promueve el arte de Bona en galerías de México y Buenos Aires y ella ilustra en 1957 Aigle ou soleil? mientras él la describe en Piedra de sol:
...toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido...
Si en Raíz del hombre (1937) Helena estaba muerta bajo el gran árbol de mi sangre, ahora Paz se revive bajo el chopo de agua de su amante...
En 1958, Bona y PdeM llegan a México para viajar y para que ella inaugure una exposición. Paz los acompaña en algunos paseos o viaja solo con ella. Una noche febril en Tecolutla –yedra del gemidorugidos de leona– deciden vivir juntos. Antes de volver a París, ella le regala el dibujo de una flor-vulva pisciforme que él pone en la portada de La estación violenta. A fines del mismo año, Paz va unos días a París, cuyo rostro ya es el rostro de mi amor: la Mujer Presenciaque muestra y oculta la vida. ¿Y si la oculta como Melusina oculta a la sirena? No importa: ella es la salamandra de supurificación.
Antes de volver a México, le preguntó si estaba decidida a todo y dijo que sí, la Dama. Paz tramitó su veloz divorcio y se atareó en lograr un nombramiento en París. Ante la renuencia de sus superiores, se lo suplicó al presidente López Mateos. Por fin, en junio de 1959, se abrazó con Bona en la estación de Los Inválidos. Un mes después, ella pidió el divorcio a PdeM, que se lo concedió con tristeza pero con gallardía. En octubre de 1960 Paz anuncia a sus amigos que “Bona será en breve mi mujer”.
La pasión es ferozmente amorosa, erótica y sexual: Bona es Venus, Artemisa y Hécate a la vez. Por experiencia, Paz sabe que la Diosa tiene tres aspectos y lo confirma leyendo esos años a Teócrito, a Lucrecio y a Catulo (y a Erich Neumann). En la Bona Dea romana se esconde la Coatlicue mexicana y, en un instante, Párvati se convierte en Durga: toda Diosa es al mismo tiempo cuerpo del mundo, casa de la muerte. Bona se inflama de atributos en los poemas: el relámpago quieto, el ágata y el ámbar, el volcán y la gruta, la granada abierta, el águila y la mariposa, la vasija y el abanico. Y también es la que le abre el pecho al hombre... ~


Guillermo Sheridan