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domingo, 26 de junio de 2011

Sonata para un trovador o las 17 cuadras que llevo caminando en circulo


Caminaba por el centro de la ciudad cuando no muy lejana escuche la voz inconfundible de un trovador. Acaso uno de esos cantautores que por razones inexplicables llegan a ti y que con una impresionante mímesis te acompañan en los momentos más tristes y más felices del camino. Al reconocer la canción, casi como un niño salí corriendo al lugar en donde se llevaba a cabo el concierto. Entonando sus canciones recordaba las noches en que había velado pensando en aquellos amores de adolescencia, todos ellos con un sentido simple e ilusorio. Pero sobre todos los recuerdos vino a mi mente aquel momento en que por entonar una de sus canciones encontré un genuino amor, ese que traspasa tiempo y espacios, aquel que dura muchos días.

Recuerdo que comencé a musitar esa canción y sorprendido aquel amor me cuestionó

- ¿qué cantas?

- no creo que lo conozcas- respondí

- dime

- se llama “17 cuadras” y es de David Haro

- lo sabía, me encanta David Haro

La sorpresa de que los dos conociéramos y sintiéramos un afecto especial por ese desconocido compositor nos unió aun más. Escuchábamos juntos sus discos y nos aprendimos todas sus canciones. Le obsequie su música y creo que ahí empezamos a enamorarnos. Los días en que escuchábamos esas canciones dormíamos juntos en casas ajenas, veíamos la luna a las seis de la mañana y ella salía por el balcón a despedirme casi al amanecer. Así fueron los días de la más grande fabula terrenal que he vivido hasta esta hora.

Escucho a David Haro en este momento, lo vi cantar hace unas horas. Sé que comienza algo nuevo, acaso una nueva aventura.

Hasta nuestro próximo encuentro y gracias David…



Faeton G. Echevarria

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